Iniciar un contacto con alguien desconocido, confiarse en sus manos y compartir tus sentimientos no es una tarea sencilla, de hecho, es un desafío. Nos exponemos sobre situaciones que posiblemente nadie o muy poca gente conozca, generándonos malestar, tristeza, ansiedad, y dolor. Por este motivo, quiero destacar que no hay necesidad de apresurarse; el simple hecho de haber llegado hasta aquí indica que algo dentro de ti desea poner fin a ese sufrimiento, y este podría ser el camino adecuado para aliviar ese dolor.
¿Has experimentado algo en tu vida que te haya dejado una marca significativa? ¿Sientes que ese evento aún está presente hoy y afecta el curso de tu vida? Aunque estemos en otro momento, lugar o año, ¿percibes que el «recuerdo» de ese evento se vive como si ocurriera en el presente? Si tu respuesta es afirmativa, es posible que estemos hablando de un trauma. En ocasiones, creemos que al ocultar el dolor causado por una experiencia traumática estamos superando dicho trauma, pensando que «si no lo siento, si no lo veo, no ha sucedido, no duele». Sin embargo, contrariamente a lo que pensamos, no estamos abordando el problema de manera efectiva, ya que al evitar conectar con un evento doloroso, este queda bloqueado en la mente y comienza a manifestarse a través de síntomas como ansiedad, dolores físicos y dificultades para dormir.
Pero no te preocupes, es cierto que hasta ahora hemos enfrentado estas situaciones de una manera que quizás no sea la más adecuada. Entendemos que tapar el dolor no resuelve el problema. Entonces, ¿qué haremos ahora? A través de la terapia, buscaremos aprender formas más saludables y funcionales para enfrentar y trabajar con esos traumas que afectan nuestra vida. Juntos lograremos que esos síntomas disminuyan y eventualmente desaparezcan.